Opinión, razón y democracia

"Una cosa puede ser blanca o negra, blanquinegra, gris, pero no al mismo  tiempo totalmente blanca y totalmente negra."

     Actualmente se ha extendido una versión que me parece errónea de la relación entre la capacidad de argumentación y la igualdad democrática. Se da por supuesto que cada cual tiene derecho a sus propias opiniones y que intentar buscar la verdad (no la tuya ni la mía) es una pretensión dogmática casi totalitaria. En el fondo, no hay planteamiento más antidemocrático que este. La democracia se basa en el supuesto de que hoy no hay hombres que nazcan para mandar ni otros para obedecer, sino que todos nacemos con la capacidad de pensar y por tanto con el derecho político de intervenir en la gestión de la comunidad de la que formamos parte. Pero para que los ciudadanos puedan ser politicamente iguales es imprescindible en cambio que no todas sus opiniones lo sean. debe haber algún medio de jerarquizar las ideas en la sociedad no jerarquica, potenciando la más adecuadas y desechando las erroneas o dañinas. en una palabra buscando la verdad. Tal es precisamente el uso de la razón la cual todos compartimos (antaño las verdades sociales la establecían los dioses, la tradición, los soberanos absolutos. etc) en la sociedad democrática, las opiniones de cada cual no son fortalezas o castillos donde encerrarse como forma de autoafirmación personal: "tener" una opinión no es "tener" una propiedad que nadie tiene derecho a arrebatarnos. Ofrecemos nuestra opinión a los demás para que la debatan y en su caso la acepten o refuten, no simplemente para que sepan "dónde estamos y quiénes somos" y desde luego no todas las opiniones son igualmente válidas: valen más las que tienen mejores argumentos a su favor y las que mejor resisten la prueba de fuego del debate con las objeciones que se les plantean. 

     Si no queremos que sean los dioses o ciertos hombres privilegiados los que usurpan la autoridad social (es decir, quienes decidan cuál es la verdad que conviene a la comunidad ) no queda de otra alternativa que someternos a la autoridad de la razón como vía hacia la verdad. Pero la razón no está situada como arbitro semidivino por encima de nosotros para zanjar nuestras disputas sino que funciona dentro de nosotros y entre nosotros. No solo tenemos que ejercer la razón en nuestras argumentaciones sino también – y esto es muy importante y quizá lo más difícil– debemos desarrollar la capacidad de ser convencidos por las mejores razones, vengan de quien vengan (...) No basta con ser racional, es decir, aplicar argumentos racionales a cosas o hechos, sino que resulta no menos imprescindible ser razonable, o sea acoger en nuestros razonamientos el peso argumental de otras subjetividades que también se expresan racionalmente. Desde la perspectiva racionalista, la verdad buscada es siempre resultado, no punto de partida:  y esa búsqueda incluye la conversación entre iguales, la polémica,  el debate, la controversia. No como afirmación de la propia subjetividad sino como vía para alcanzar una verdad objetiva a través de múltiples subjetividades. 


Fernando Savater



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