La mentira del éxito II/II
Cogiendo un ejemplar de una revista de amplia circulación, me encuentro con un ejemplo raro y divertido. Es un artículo titulado “El instinto que enriquece a la gente”, en su primera página hay un retrato enorme de Lord Rothschild. Hay muchos métodos concretos, honrados y fraudulentos, de amasar una fortuna. El único instinto que conozco que haga esto, es el instinto que la teología cristiana llama, con tanta ordinariez, “el pecado de avaricia” Lo que, por supuesto, queda al margen de la cuestión que nos ocupa. Citaré un párrafo, una muestra exquisita del típico consejo sobre la manera de triunfar. Es tan práctico que apenas deja lugar a la duda sobre cuál debe ser el siguiente paso. El apellido Vanderbilt es sinónimo de riqueza amasada por empresas modernas. Cornelio, el fundador del clan, fue el primer gran magnate americano del comercio. Empezó en la vida como el hijo de un granjero pobre, terminó siendo veinte veces millonario. Suyo era el instinto de ganar dinero. Atrapó a